19 de mayo de 2007

Acreditación de Escuelas de Medicina. Trabajando para la calidad y la confiabilidad pública

Eduardo Rosselot J
Los últimos años del siglo que recién termina han sido testigos, en todo el mundo, de cambios profundos en el sentido y forma de la Educación Médica, como expresión clara de las transformaciones en los contenidos y en los procedimientos de atención de la misma medicina1-3, pese a que el fenómeno no ha estado circunscrito al ámbito sanitario sino que traduce dinámicas similares de, quizás, toda la educación superior4,5. Consecuencia de lo anterior, es que ha sido indispensable la creación de instancias de verificación de la pertinencia y eficacia de las innovaciones, con la intención de salvaguardar la idoneidad de las acciones a que se exponen quienes solicitan beneficiarse de tales cualidades profesionales, a la vez que sostener la calidad de los recursos, de los procesos y de los productos que ocurren o se generan en el sistema6,7.
En nuestro país, el acuerdo suscrito en 1998, por el Consejo Superior de Educación (CSE) con la Asociación de Facultades de Medicina de Chile (ASOFAMECH), dio origen a la implantación de un procedimiento voluntario, amplio, reglado y cíclico para llevar a cabo una secuencia de acciones conducentes a la acreditación de las Escuelas de Medicina, a la fecha autónomas y con profesionales egresados de sus aulas8,9.
Lo proyectado considera que esta primera fase del proceso de acreditación estará terminada a fines del presente año 2001. Con ello se habrá contribuido, además de promover globalmente los procesos de autoevaluación institucional y la mayor y más real información a los usuarios, a consolidar una cultura continua de evaluación para integrar la observación permanente de las actividades educativas –procurando su perfeccionamiento–, con la revisión periódica de los logros y la corrección de desviaciones, oportunamente detectadas, para alcanzarlos. Pero, tal vez lo más importante llegue a ser la transferencia, de esta experiencia pionera, a la Comisión Nacional de Acreditación de Pregrado (CNAP) para completar su cometido de elaborar pautas para un sistema nacional de acreditación, como se lo ha solicitado el Gobierno de la Nación al constituirla reglamentariamente.
En medio del período dispuesto para finalizar esta etapa, y efectuada ya la acreditación de tres de las seis escuelas contempladas en el convenio, parece pertinente revisar lo sucedido en ellas e ir destacando algunas de las experiencias obtenidas. Lo grueso de este análisis está dado por el proceso de acreditación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, donde hemos participado, específicamente, en la autoevaluación(2).

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